Pero su Gran Maestro, el escultor espiritual que nos apasiona, hoy debe retirarse porque se ha convertido en obstáculo insalvable ya que no logra impulsar a la juventud hacia horizontes de prosperidad.
Su prédica de considerar al trabajo como carga social y no como fuente de prosperidad, que inculca que EL SUFRIMIENTO HUMANO AGRADA A DIOS, logró arrebatarle a todas las empresas la tercera parte de sus ganancias, cosa que nunca antes, ni siquiera dictaduras sangrientas habían logrado.
Ese mecanismo tributario hoy sería de gran provecho si fuera utilizado en forma inteligente para que trabajar vuelva a convenir, para hacer que el empleo y los frutos del esfuerzo y de la creatividad vuelvan a ser el principal motor de la economía.
El trabajo no es una materia prima. Y entonces su precio no surge de la demanda de los empleadores.
Su precio surge de la oferta y de la demanda de los consumidores de los productos y servicios que generó ese trabajo.
Entonces, no se puede conocer su verdadero valor sino hasta después de la transacción comercial.
Porque sólo cuando esa transacción comercial fue neutra, el precio y el costo del trabajo son valores coincidentes.
Pero si esa transacción generó algún excedente, si hubo "ganancia" para la empresa, al sueldo le falta la participación en esa ganancia.
En la inmensa mayoría de los casos es la tercera parte de ella, porque los recursos son generados en simbiosis copulativa de capital y trabajo proporcionalmente a sus respectivos costos que en la mayoría de los casos es 2 a 1.
Y acá entonces viene lo curioso: El populismo (y la doctrina social vaticana en la que se basa) retiene esa tercera parte de las ganancias de todas las empresas bajo el eufemismo de "Impuesto a las Ganancias Empresas":
La mayor paradoja del mundo de hoy, y que nos ha dejado en esta crisis global es que las GANAS de trabajar quedan en el Estado.
Entonces los esforzados se abaten y se envalentonan los indolentes.
El trabajo no es una carga social. Genera frutos que son la única fuente de felicidad sustentable porque continúa hacia los hijos.
Pero a partir de esa doctrina hipócrita, anticristiana y anti-natural, todo se comienza a descomponer.
Los ideólogos confunden el objetivo de la vida y entonces nos hacen vivir de noche.
¿Alguna vez soñó con una escalera como Jacob?
Hay una teoría que indica que cuando una persona muere, su espíritu ingresa en un recién nacido de similar talento.
Talento no es instrucción sino es la capacidad para lograr propósitos.
Aunque parezca mentira, el talento es una característica humana que viene "marcada" en el cuerpo al nacer, y es fruto de determinado cromosoma de sus progenitores.
Ya conocen la frase "nació con estrella".
No es que su destino esté marcado sino que le resulta más fácil lograr sus propósitos.
Una de las "pruebas" de esto tan raro que estoy diciendo son los gays.
Son personas de relativo alto talento que en su vida anterior tenían el sexo opuesto.
Como no es fácil conseguir recién nacidos de alto talento, en casos especiales se puede resignar la preferencia de género para continuar en la carrera ascendente del espíritu.
De vida en vida arrastramos entonces la preferencia de género, la vocación profesional, la preferencia musical y algunas pocas cosas que "recordamos".
Pero lo más determinante es el talento que recibimos más el que logramos al final de la vida. Desde ya que los delincuentes descienden escalones. Están condenados.
Creo que el verdadero objetivo de este juego de la vida es ascender escalones de talento. Porque el talento se incrementa durante la vida si lo que producimos al mundo supera lo que consumimos de él.
Pero para ello es necesario que ambos valores sean transados a su real valor de mercado, que no sean manipulados por algún tercero o una super-estructura social.
Esta alta misión humana no es colectiva, es individual. Pero es condición para que el bien común sea viable.
Veamos ahora cómo se aplica esto a la sociedad.
Doctrina Social es el conjunto de preceptos en que se basa toda nuestra legislación laboral y tributaria. Los resultados de nuestra legislación (que no difiere mucho de la legislación de otros países) están a la vista.
¿No será hora de revisar nuestra doctrina?
El 99% de las personas sólo se moviliza ante la expectativa de ganar para su familia. Pretender que se esfuerce por "la sociedad" es una utopía con la que ha sido catequizada toda nuestra clase dirigente.
El cometido individual debe ser jerarquizado en la futura doctrina social, para no seguir cayendo hacia las adicciones, el desempleo y la pobreza.
¿Cómo pretendemos que funcione una sociedad que les niega a los esforzados el rédito de su esfuerzo?
Cuando un empleado no accede a los frutos de su acción es como si le secuestraran un hijo, razón de más para caer en adicciones.
Y si lo analizamos bien, advertimos que no es el empleador sino el Estado quien se está quedando con la diferencia entre el precio y el costo de su trabajo.
El rumbo del desarrollo es hacer que un tercio de las ganancias de las empresas ya no quede en rentas generales del Estado sino que se adjudique al personal de "esa" empresa, que fue "partenaire" del logro.
Cuando trabajar vuelva a convenir, se armonizará la sociedad porque todos se sentirán parte de ella.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario será bienvenido!