Su precio surge de la oferta y de la demanda de los consumidores de los productos y servicios que generó ese trabajo.
Entonces, no se puede conocer su verdadero valor hasta después de la transacción comercial.
Porque sólo cuando esa transacción comercial fue neutra, el precio y el costo del trabajo son valores coincidentes.
Pero si esa transacción generó algún excedente, si hubo "ganancia" para la empresa, al sueldo le falta la participación en esa ganancia.
En la inmensa mayoría de los casos es la tercera parte de ella, porque los recursos son generados en simbiosis copulativa de capital y trabajo proporcionalmente a sus respectivos costos que en la mayoría de los casos es 2 a 1.
Y acá entonces viene lo curioso: El populismo (y la doctrina social vaticana en la que se basa) retiene esa tercera parte de las ganancias de todas las empresas bajo el eufemismo de "Impuesto a las Ganancias Empresas":
La mayor paradoja del mundo de hoy, y que nos ha dejado en esta crisis global es que las GANAS de trabajar quedan en el Estado.
Entonces los esforzados se abaten y se envalentonan los indolentes.
El trabajo no es una carga social. Genera frutos que son la única fuente de felicidad sustentable porque continúa hacia los hijos.
Pero a partir de esa doctrina hipócrita, anticristiana y anti-natural, todo se comienza a descomponer.
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