miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿Quién determina la rentabilidad de una empresa?

El empresario decide muchas cosas en su empresa, como las inversiones, la política de recursos humanos, la política de ventas, de publicidad, etc.
Y todas esas decisiones buscan mayor rentabilidad.

Sin embargo, la llave final, lo que realmente determina la ulterior rentabilidad, curiosamente la tiene el personal de la empresa. Y eso depende de la manera en que esa rentabilidad se vincule con su suerte.

El empresario podrá condicionarlo, sobornarlo y hasta reemplazarlo, pero el humor del personal permanecerá mientras no se modifique esa relación laboral.

Muchos emprendedores creen que su personal no decide su ganancia. Sin embargo, los empleados por el contrario creen que son su principal motor.

Pero si hacemos el cálculo preciso tomando en cuenta los respectivos costos, la tercera parte de las ganancias fue generada exclusivamente por el personal de esa empresa que se brindó por encima de lo exigido.

El resto, en la mayoría de los casos, es mérito del capital.

El Estado no sólo que debe retener esa tercera parte (como lo hace) sino que además, debe pagarla. Es participación en las ganancias.
Para los empleados volvería a ser conveniente esforzarse y desarrollar creatividad. Y entonces contratar personal dejaría de ser un peligro y volvería a ser negocio.

Se puede acabar con el desempleo y con la pobreza con esa simple medida resorte exclusivo del Estado.
No se trata de “crear fuentes de trabajo” sino de que cada empleado tenga una meta en su trabajo. Todo lo demás viene por añadidura.
Cuando la rentabilidad sea generada por el personal en sinergia con su empleador, todo será diferente.
La disminución de costos, la creatividad y lo que pague el cliente demandante del producto o servicio, harán que la inflación y las mafias sindicales dejen de existir por inconducentes.

sábado, 19 de noviembre de 2016

La doctrina que los parió


¿Hay salida?
La decadencia no es culpa de los gobiernos sino de la doctrina que los parió, pero... quién renegaría de su propia madre?
Estudios recientes basados en investigaciones internacionales, demuestran cómo, no sólo en la Argentina sino en el mundo entero, el des-mejoramiento del nivel de vida y la falta de acceso a mayores oportunidades están directamente relacionados con 
la doctrina social asistencialista, que fuera inducida por la movida internacional de los Derechos Económicos del Hombre.
Eso se puso de moda en los años 60 y contó con la adhesión formal de todos los países que la incorporaron en su legislación tributaria y laboral.


La vía para implementar estas políticas populistas son los planes asistenciales financiados con "la diferencia entre el precio y el costo del trabajo humano", que es arteramente retenida por el Estado como Impuesto a las Sociedades.
Esos planes insumen la friolera de ciento veinte mil millones de pesos anuales que, medidos al tipo de cambio oficial, trepan a casi 15 mil millones de dólares.

Lo más dramático del caso es que esa fortuna no ha servido ni sirve para terminar con la pobreza, ni para mejorar sustancialmente el nivel de vida de la gente. Parecen, al contrario, preparados para endulzar con demagogia los oídos de las personas que menos tienen, para "hacer como" que el gobierno se preocupa por los pobres, pero al mismo tiempo para lograr que esa franja social quede estancada en la dependencia de los planes, sin poder iniciar un camino de independencia económica personal.

Es en este punto en donde no puede dejar de sospecharse una artera maniobra de doble filo: conquistar a las masas más pobres con limosnas estériles pero no permitirles que de verdad progresen y salgan de la pobreza, porque se presume que, en ese caso, esa gente será mentalmente más independiente, se educará mejor, vivirá mejor y, por lo tanto, será menos dependiente políticamente del gobierno. 
Se trata de una especie de cinismo en donde el Estado cubre las necesidades de "sus pobres" para que ellos sustenten al gobierno.

No es extraño que siguiendo esta política el populismo haya hecho un sinónimo del buen gobierno a aquel que más planes sociales tiene o desarrolla, cuando, en realidad la medida ideal de la mejor administración sería aquella que demostrara que durante su gestión fue posible eliminar la mayor cantidad de planes de asistencia. Esa sería la mejor medida de su eficacia económica, de lo verdaderamente "popular" de su política y de su eficiencia en la administración de los recursos.


La propuesta de la Cuarta Postura es una drástica modificación en las relaciones laborales  que haga que los planes vayan rechazándose por ser más un perjuicio que un beneficio. Consiste en utilizar el dinero del Impuesto a la Ganancia de las Empresas para participar ganancias al personal de la misma.



Probablemente cuando empecemos a medir la "popularidad" de un gobierno no por la cantidad de planes asistenciales que crea sino por la cantidad que elimina, habremos empezado a transitar no solo el camino del progreso sin también el de la verdadera libertad.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

CARTA ABIERTA A PRAT GAY

CARTA ABIERTA al
Señor Presidente de la
Comisión de Análisis para  la Reforma Tributaria
Don Alfonso Prat Gay:

Por sugerencia del Dr. Domingo Cavallo me atrevo a presentar una propuesta intentando sumar al importante análisis que vuestra misión implica para nuestro país.
Consiste en una revisión profunda de la doctrina que ha inspirado nuestra legislación tributaria y laboral y que a pesar de sus buenas intenciones ha dilapidado crecientemente  la potencialidad productiva del 90% de los protagonistas del proceso productivo: los empleados de la mayoría de los emprendimientos.

Los detalles están expresados en el libro "Siembra, y Cosecharás" (que puede leerse en la web) donde se investiga sobre las motivaciones naturales  que entusiasman al hombre común como para involucrarse con los resultados de los emprendimientos, sin aumentar sino disminuyendo los costos de producción.
Conociendo ese  objetivo vital, y cuyo apartamiento podría ser la causa de este desequilibrio social, veamos cómo podemos retornar a la natural armonía. Este desequilibrio apareció cuando el trabajo comenzó a remunerarse por su costo (no por su precio), error que al principio de la revolución industrial  cometieron los emprendedores.
Para contrarrestar esas nuevas relaciones laborales sobrevino una segunda postura que estatizó las empresas intentando volver a equilibrar la sociedad. Pero subestimó la valiosa actitud humana de trabajar para  prosperar, y  también fracasó.
Y ahora, una tercera postura, inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia, hizo que el Estado cometa el mismo error que los emprendedores  de las primeras horas de la revolución industrial. Con el insólito Impuesto a los Réditos o a las Ganancias de las Empresas se vuelve a quedar con el fruto excedente de su personal. Este sistema que hoy rige en la gran mayoría de los países, podría denominarse genéricamente "populismo". Obviamente que no resuelve el desequilibrio, sino que lo institucionaliza, contraviniendo el principal objetivo de los humanos que no es colectivo sino indudablemente individual:

Cada uno produce más que sus consumos cuando cobra la diferencia.

El trabajo es una mercancía muy particular:
Si se paga al costo, termina costando más que lo que vale.
Si se paga al precio, vale más que el precio.

Entonces ¿cómo podemos retomar el camino natural de la economía?
Será necesario utilizar el dinero del Impuesto a las Ganancias de las Empresas para participar al personal propio y de terceros de “esa” empresa. Ello significa volver a remunerar el trabajo por su precio y no por su costo. No respetarlo hizo que el costo del trabajo se haya vuelto MAYOR  que su precio y eso colapsó toda la economía.
Seguramente las provincias renunciarán a la coparticipación de este impuesto cuando adviertan que con esta  nueva ley lograrán pleno empleo en sus economías.
Los excedentes del trabajo humano deben volver a su dueño, como era antes de la revolución industrial.

Si lo logramos, el desempleo (la mayor paradoja de hoy y todas sus lacras) desparecerá en cuestión de meses. Contratar personal será el mejor negocio. Podemos decir entonces sin temor a equivocarnos, que si no se utiliza para participar ganancias al personal de esa empresa, el Impuesto Ganancia Empresa es una burda exacción, quizás la más escandalosa de la historia porque no sólo afecta el patrimonio del 90% de la humanidad sino que bloquea su desarrollo como persona.
Investigando su origen encontramos que sería un argentino (Federico Pinedo) quien por primera vez en el mundo reclamó a las empresas inglesas, una parte de su rentabilidad.

Vea el proyecto de ley completo

Ingeniero Néstor González Loza

DNI 10190066

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