lunes, 27 de agosto de 2018

La parábola del taxista

 Cierto día, un señor comenzó a trabajar su auto como taxista.
Le fueron tan bien las cosas que al cabo de un año había logrado no sólo amortizar completamente su auto sino además conseguir una ganancia la que, una vez descontado el Impuesto a las Ganancias, le alcanzó para comprarse otro auto nuevo!

Entusiasmado contrató un chofer pensando que con una actitud como la suya lograría a fin de año reponer los dos autos y además comprar dos autos más.
Sin embargo, el chofer no cuidaba el auto de igual manera, no aprovechaba el tiempo de igual manera y tampoco estaba pensando constantemente en las ganancias que iba a generar.

 Así que el taxista se dijo: Voy a inscribir una nueva empresa con los autos que sean conducidos por choferes para monitorear las ganancias que ellos generen.
Con mi auto voy a seguir comprado un auto nuevo cada año, aún pagando el Impuesto a las Ganancias.

 Pasó un año y efectivamente con ambas empresas pudo amortizar los autos pero con su auto consiguió una ganancia que le permitió comprar otro auto.
A este nuevo auto se lo confió a la nueva empresa y le contrató otro chofer.
La segunda empresa andaba bien pero no conseguía más que recuperar los costos.
De manera que ahora tenía tres autos en la calle, y su flota aumentaba a razón de un coche por año.

O sea que tenía una empresa de un auto con rentabilidad 100% y otra de dos autos con rentabilidad 0%.

 Ya se imaginaba que con el tiempo los choferes comenzarían a presionarlo con demandas laborales y sindicales, lo cual acabaría con sus dos empresas.


 Así que se le ocurrió una idea fuerza.
Elevó una solicitud al Estado pidiendo que en su segunda empresa, la que no conseguía ganancia, le eximieran de pagar ese tributo. Eso no afectaría en absoluto las arcas del Estado.
Quería participar las ganancias con los choferes que las consiguieran, y no con el Estado.


 Aceptaron su solicitud, pero con una condición que voy a dejar para el final de este relato!


 Entonces, habló con los choferes y les dijo que la tercera parte de las ganancias que consiguieran serían para ellos y no para el Estado como creían.

 Los choferes se encontraban a fin de año con una suma equivalente a la mitad de un auto nuevo!

 Así fue que consiguió que ambas empresas tuvieran rentabilidad 100%. Y consiguió que cada año se duplicara el personal de la empresa lo cual aliviaba fuertemente el gasto que el Estado asistía a esos desempleados!

 Imaginemos que el Estado hiciera idéntico pacto con todas las empresas del país. La mejor inversión sería contratar personal y entonces el desempleo sería cero, a poco de andar.






 ¿Y saben qué condición le puso el Estado al empresario para eximirlo de tributar el Impuesto a las Ganancias?
Que al cálculo de las ganancias lo siguiera efectuando el Estado.

Y que siguiera reteniendo un tercio de ellas, lo que luego depositaría en las cuentas de los choferes.
Así se evitarían suspicacias que pudieran arruinar la nueva y beneficiosa relación laboral!



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