martes, 4 de septiembre de 2018

¿La mortaja tiene bolsillos?

Persona es una simbiosis de cuerpo y espíritu, siendo este último quien aprende, razona y decide en las acciones más simples y en las más complejas. Es obvio que un segundo antes de nacer, ese cuerpito no practica ninguna de esas 3 funciones. Y también es obvio que las practica plenamente un instante después de nacer.
El YO no es un adorno del cuerpo. Es el dueño del cuerpo y lo maneja desde arriba.
Pero vayamos más profundo. Ese espíritu que comienza a animar el cuerpito no APARECE mágicamente en el momento de la primera respiración. Viene de otro cuerpo que ha dejado de respirar y trae sus preferencias de género, de ocupación y de estética para potenciarlas en este nuevo cuerpo. 

Pero lo más importante que llevamos de una vida a la siguiente es la Fortuna, la cual supimos aumentar si en el balance final hemos entregado al mundo más que lo que consumimos de él. Fortuna, como ven debe ser entendida en su doble interpretación de "capital" y "suerte".

FORTUNA es la suma de lo que en tus vidas has entregado al mundo menos lo que has consumido de él. La mortaja tiene bolsillos!
Y el dinero, para ser fuerte, debe simular esa valiosa ley.


Nuestros hijos no son originales inéditos. Nos los encomiendan hasta que se desarrollen y sean independientes.

Es conocido el hecho de que los monstruos, es decir los espíritus sobresalientes y avanzados que han existido en todos los tiempos como por ejemplo Sócrates, o Leonardo y muchos de la actualidad presentan una curiosa estadística: La mitad de ellos es homosexual!
Y eso debe suceder porque un espíritu avanzado necesita encontrar un cuerpito con un ADN casi perfecto que pueda soportar tan monstruoso espíritu.
De manera que es lógico suponer que cuando le llega el momento de la muerte tiene que elegir entre escasos candidatos.
Por eso, para no perder su maravillosa Fortuna, la mitad de las veces debe resignar su preferencia de género de la próxima vida.



El Árbol de Conocer y Decidir
 Cuando se nos dijo que no comiésemos del fruto del árbol de conocer y decidir porque moriría la especie que acababa de crearse nos alertaban claramente que el fruto del YO (ver imagen del árbol invertido), es decir la prosperidad, no debe comerse.
Corremos el riesgo de extinguirnos, de volver a ser una especie como todas las demás.

 La confiscación de una parte de las ganancias de las empresas (precisamente la parte que corresponde al personal de esas empresas) no es otra cosa que comerse su prosperidad porque deja de ser propiedad privada de quien la generó para pasar a ser una propiedad colectiva y discrecionalmente consumida.

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